A raíz del crimen de la joven Laura Luengo, la Dra. María Castellano explica en este artículo el papel que adquiere "la otra medicina", como denomina a la Medicina Legal, en este tipo de casos, al tiempo que aprovecha para insistir en el rechazo absoluto a la violencia contra las mujeres y hacer un llamamiento a la necesidad de que la educación y la formación, desde la infancia, en el respeto a la otra persona, a su dignidad, a su integridad, a su libertad conduzcan en el futuro "a unas relaciones humanas más seguras, más armónicas y más amables"

Dra. María Castellano Arroyo es catedrática de Medicina Legal y vocal de la Comisión Deontológica del Consejo Andaluz de Bioética
 
Nos enfrentamos, de nuevo, a una tragedia porque Laura Luengo ha sido asesinada, por ser mujer, y hoy de nuevo, todas las mujeres nos identificamos con ella.
 
En el año 1991, como directora de la Tesis Doctoral del doctor Cobo Plana, hacíamos públicos, tras revisar las denuncias puestas por mujeres en los cinco años anteriores, tres grupos de violencia contra mujer: el denominado “tirón de bolso”, la violencia en al ámbito familiar y la violencia sexual.


En el caso del “tirón de bolso” se trataba de una forma de robo sobre mujeres mayores, que significaba para ellas un riesgo alto de daño físico, debido al mecanismo del tirón violento, con lesiones de hombro-brazo, a menudo caída al suelo con fracturas y en algún caso el fallecimiento por las complicaciones. Pero en todos los casos, el daño psíquico merecía destacarse, porque la consecuencia en la víctima era el miedo a salir a la calle, el aislamiento social, la tristeza consiguiente, la desconfianza, trastornos del sueño, apetito, etc., y en definitiva su aniquilamiento como persona.
 
El grupo de la violencia familiar, se caracterizaba por mujeres humilladas, menospreciadas, dominadas y golpeadas, en el ámbito familiar, especialmente por su esposo o pareja, lo que podía denunciarse dentro del delito de lesiones genérico, hasta que se acabó tipificando de forma específica, apareciendo en el Código penal de 1995 y en la reforma de 1999 con sucesivas precisiones tanto en el hecho, como en las circunstancias; así, a la violencia física inicial se añadió después la psíquica y respecto a las circunstancias se consideró al cónyuge o persona a la que estuviera ligada de forma estable por análoga relación de afectividad, para añadir después relaciones pasadas y ya finalizadas (sea o haya sido,… esté o haya estado ligado a él …); posteriormente en los años 2003 y 2004 se aprobaron leyes específicas de protección de las víctimas de violencia doméstica y de Protección integral contra la violencia de género. Actualmente, la violencia contra la mujer y la de género en particular,  constituye un ámbito en el que se unen todas las fuerzas legislativas, de seguridad del Estado, la Administración de Justicia, el Sistema de salud, la educación etc.,  en un intento integral para eliminarla y aunque los resultados mejoran (aumenta el número de denuncias, hay más condenas a los agresores…) sigue siendo un problema que genera alrededor de 60 muertes anuales y en cuya erradicación estamos todos comprometidos.
 
El tercer grupo, el de la violencia sexual es el que traigo aquí de manera especial debido a la muerte de Laura Luengo. En nuestro trabajo de investigación las denuncias por violencia sexual no iban ligadas a situaciones de imposición de sexo ligado a la prostitución o, la imposición dentro de la relación matrimonial o de pareja; se trataba de casos, en los que el delito era más flagrante, dándose las circunstancias de que el/los agresores atacaban a la víctima con “violencia o intimidación” (fuerza física o amenaza) o “sin el consentimiento necesario” para el acto sexual realizado (trastorno mental, afectación de la conciencia, coacción…), eran las conductas conocidas como agresiones y abusos sexuales y, dentro de las agresiones, la violación.
 
Especialmente graves eran los casos en los que la agresión sexual acababa con la muerte de la mujer, lo que llevaba a sospechar a los investigadores del crimen que el agresor fuera persona conocida de la víctima, ya que quitándole la vida éste evitaba que procediera a su identificación y acusación.
 
El caso de Laura Luengo nos ha conmovido especialmente. Los que la conocían hablan de su esfuerzo por formarse y situarse profesionalmente, su alegría, su inteligencia, su inquietud, su compromiso, y de todo ello ha dejado palpable huella en sus manifestaciones en redes sociales y en su producción artística, creativa y llena de vida. Laura estaba llena de proyectos que se han visto truncados, no es natural, ni aceptable que se pierda así una vida que estaba por vivir y que se prometía tan extraordinaria.
 
En el caso de Laura todo apunta a ese vecino indeseable del que ella recelaba desde que lo vio por primera vez; las mujeres tenemos esa intuición hacia lo que esconde una mirada masculina opaca, hostil, amenazante o lasciva; nos repugna, pero, a menudo, desde la negación de la maldad, nos resistimos a aceptar que podamos ser vistas desde eso oscuro deseo sexual que algunos hombres llevan dentro y por el que se convierten en auténticos monstruos; seguramente, la bondad de Laura, su confianza en el ser humano evitó que buscara la protección que tanto habría necesitado.
 
Este es momento de insistir en el rechazo absoluto a la violencia contra las mujeres y a la necesidad de que la educación y la formación, desde la infancia, en el respeto a la otra persona, a su dignidad, a su integridad, a su libertad nos lleve en un futuro a unas relaciones humanas más seguras, más armónicas y más amables.
 
En este hecho desgraciado estamos ahora en la fase de “otra medicina”, la Medicina Legal y Forense y en concreto en su ámbito más clásico, el de la criminalística, la tanatología y la patología forense, aquí la Medicina Legal contribuye para que la Administración de Justicia cumpla su función social. En estos casos, esta especialidad médica se manifiesta como la ciencia que recoge indicios del hecho criminal, los estudia, los analiza, los interpreta y los transforma en evidencias objetivas que como los eslabones de una cadena forja el elemento que permite a la sociedad acusar, con rigor y sin error al autor de un hecho criminal; la identificación de un cadáver o de unos restos óseos, establecer el momento de la muerte, diferenciar heridas vitales de las postmortem, poner de manifiesto el mecanismo de muerte y el origen natural o violento de una lesión, o demostrar si se produjo violencia sexual, son actos médicos imprescindibles, cuando ya no puede hacerse nada por la vida, pero sí mucho por los que sufren la angustia de pérdidas injustas relacionadas con mecanismos violentos de muerte. La Administración de Justicia y la sociedad necesitan también a esta Medicina legal y Forense y a sus especialistas. Siento que sea este hecho desgraciado el que me permite hablar de esta Medicina que también restaña heridas y trae consuelo a quienes sufren en el alma la pérdida violenta de seres queridos y ven como puede señalarse al culpable y pedirle en justicia las responsabilidades que le correspondan. Los médicos Forenses sabemos por experiencia lo que es consolar y tratar con humanidad a los familiares que acuden desolados junto al ser querido bruscamente arrebatado, nuestras oportunidades de ejercer la deontología médica son muchas y procuramos aprovecharlas.
 
Finalmente, la muerte de Laura Luengo me permite otra reflexión basada en palabras de la propia Laura: A las mujeres se nos enseñan y se nos pide que no caminemos solas por lugares oscuros, que vivamos con miedo que nos impida realizar y disfrutar actos que nos satisfacen y agradan, en definitiva que nos protejamos de los hombres; sin embargo, nosotras no queremos ver a los hombres como enemigos, como una amenaza; ¿por qué no se les enseña a ellos a mirarnos con respeto, en igualdad, con amistad y, desde luego a no comportarse con nosotras como verdugos o verdaderos monstruos?. Estoy segura que una convivencia entre hombres y mujeres sin violencia, en respeto y armonía haría del mundo un espacio mucho más amable.

FUENTE: medicosypacientes.com


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