El Dr. Juan José Martínez Jambrina, médico psiquiatra y director de Salud Mental del Área Sanitaria de Avilés, Asturias, participa en el X Congreso del Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIME), que arranca mañana 9 de noviembre en Bilbao. El Dr. Martínez Jambrina impartirá la conferencia inaugural “La salud del sistema sanitario, ¿Cómo afecta a la salud de los profesionales sanitarios?”

El X Congreso PAIME y I Encuentro Internacional tiene como lema “Congreso de Atención Integral al Sistema de Salud Enfermo” y es organizado por la Fundación para la Protección Social de la Organización Médica Colegial (FPSOMC) y el Consejo de Colegios de Médicos de País Vasco (CCMPV).

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¿Cuál es la importancia de la salud mental de los profesionales sanitarios en el contexto del sistema de salud?

Lo primero que hay que matizar es que entendemos por salud mental. Un concepto demasiado amplio como para ser bien definido. Pero si nos atenemos a los códigos que se reflejan en el DSM o en la CIE-10 está claro que un cuadro depresivo moderado o un trastorno adaptativo de predominio ansioso en un médico influye en la prestación de un buen servicio sanitario. El colectivo de profesionales sanitarios en nuestro país se está viendo afectado por cuadros de este tipo con mucha frecuencia y sin embargo, los propios afectados tienden a infravalorar su situación, lo que es un error. Los problemas psiquiátricos, aunque sean trastornos mentales comunes, hay que tratarlos.

En muchos casos, una separación temporal del puesto de trabajo puede ser suficiente para ayudar al profesional a volver a ser dueño de sus acciones. Trabajar en sanidad implica un compromiso afectivo muy importante. El contacto con el sufrimiento humano es lacerante en algunas especialidades. Y esto no puede seguir así. Hay que adaptar el sistema sanitario a la realidad actual. No vale la excusa de la pandemia. Antes de 2020 las situaciones eran casi igual de frecuentes, pero era poco frecuente que el sistema respondiera apoyando al que sufre. Ese plus de altruísmo que acompaña a las profesiones sanitarias es ejemplar pero necesitamos héroes vivos y sanos.

¿Qué factores del sistema sanitario pueden influir en la salud mental de los profesionales de la salud?

Son muchos y variados. Además, varían según la especialidad, según la región donde se trabaja e incluso si se trabaja en medio rural o urbano.

La evolución del sistema sanitario en España ha estado presidida por la infrafinanciación. No se puede diseñar y poner en marcha un sistema público como el que tenemos los españoles con la paupérrima dotación económica que hay y con un conjunto de gestores que en su mayoría están  mucho más capacitados para la actividad política que para la organización y gestión de equipos. Véase que de los 25 ministros de sanidad que hemos tenido desde 1976 solo seis han sido profesionales sanitarios. La mayoría han sido economistas o abogados, lo cual no es una declaración de intenciones, que no sirven para nada porque a saber que intenciones había detrás de cada nombramiento. Es algo más importante: son datos, son ¡hechos!, son las huellas dactilares imprescindibles para saber qué ha pasado aquí para llegar a donde hemos llegado.

La relación médico-paciente vigente hasta mediado el siglo XX ha sufrido un cambio drástico. Ya no es la relación médico-paciente sino equipo sanitario-paciente y entran liza los pagadores, compañías de seguros o el sistema público y todas las numerosas industrias e intereses comerciales y políticos que crecen alrededor de la sanidad desde que en 1946 la OMS emitió su confusa y utópica definición de salud como “perfecto estado de bienestar psíquico, físico y mental”. Hemos pasado de un tablero donde jugaban dos factores a otro de cuatro jugadores. El paso del paternalismo médico al rampante autonomismo del paciente es trascendental en este punto. No se ha hecho bien: no se ha explicado bien. La abrupta pedagogía de estos cambios tan importantes está detrás de muchos problemas y decepciones.

La declaración de la OMS transformó el concepto de “salud” de tal manera que, a fecha de hoy, las industrias de la salud crecen más en los mercados que la industria bélica. Esto lo ha estudiado en profundidad el profesor Diego Gracia. Tal vez haya sido el único que ha escrito sobre la evolución del concepto de salud a lo largo de la historia. Ese concepto de “Salud” tan utópico como motivador de progreso, todo hay que decirlo, debe ser matizado o nos estrellaremos contra el suelo. Ese “completo bienestar” es una quimera que ha sido parasitada por los amantes de la filosofía y la psicología positiva de una manera absoluta. Pero cuando queremos ver los resultados resulta que el “rey está desnudo”. Y que la industria de la autoayuda y las diversas modalidades de fumistas están de sobra hace tiempo y sin embargo, siguen creciendo. Son industrias que ayudan a los sanos a estar mejor mejores. Pero no a que los enfermos recuperen la salud. Esto se transmite a los pacientes en forma de que el sistema sanitario debe ser omnipotente y así cualquier resultado desgraciado tras una intervención médica convierte en sospechoso al profesional. Ha desaparecido la noción de riesgo inherente al hecho de estar enfermo. Y en esa batalla muchos profesionales han perdido ánimos, aliento y el respeto hacia sí mismos.

¿Qué estrategias y medidas se pueden implementar para proteger y mejorar la salud mental de los profesionales sanitarios en el ámbito hospitalario?

Vuelvo a la respuesta inicial. Mas que de salud mental habría que hablar de sanidad mental o de trastornos psiquiátricos. La vida es inconcebible sin un cierto grado de sufrimiento. Está claro que cada sociedad determina el grado de sufrimiento que está dispuesta a aceptar. Hasta hace 35 años, el nivel de sufrimiento de la nuestra era muy alto. Incluso en los pacientes en cuidados paliativos. Se ve en las cifras de consumo de opiáceos en los cuidados paliativos, muy por debajo de las cifras europeas. Los cambios sociales tan pronunciados que se producen en España y en el mundo desde los años 80 generan una crisis de valores en los individuos que les deja discapacitados para resolver problemas banales. Me refiero a valores noéticos, que nada tienen que ver con la resiliencia o con condicionantes psicológicos, biológicos o sociales. Hay que recuperar la confianza en nuestras capacidades, en salir adelante por nuestros propios medios, en soportar la incertidumbre hasta resolverla sin recurrir a conductas extremas. Nos hemos vueltos dependientes y muy cómodos en muchas ocasiones. Y en otros casos pasa al revés. Hay compañeros que viven muy mal el asumir que las situaciones que soportan les están amargando la vida, que no duermen ni disfrutan de nada. Y les cuesta pedir que les trate un especialista. El estigma a este nivel entre los médicos es muy limitante.

¿Qué opinión le merece el Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIME)? ¿Cómo se desarrolla e implanta éste en el Área Sanitaria de Avilés y cuál es su experiencia en este campo?

Pues creo que es uno de los grandes avances que hemos tenido los médicos. El PAIME, salvo en los casos más graves, aun da sus primeros pasos pero es una herramienta imprescindible para el ejercicio profesional. Pero ojo, el PAIME, sin otros cambios es como tomar melatonina sin reducir el nivel de actividad diurno o como si tomamos melatonina con un café en la noche. EL PAIME debe estar arropado por cambios muy profundos y consensuados en el sistema sanitario. El voluntarismo, el compromiso son valores muy respetables pero la legislación actual deja muy poco espacio para que se desarrollen de forma respetada. Hay que ser pragmáticos: el sistema tendrá unos médicos que reproducirán los valores que les han inculcado en la carrera y en la residencia. El compromiso da frutos cuando el sistema lo refuerza, pero no parece ser esta la pauta actual. También hay profesionales que según el Código Deontológico (2021) que rige nuestra actividad deberían pensar si su sitio está en la Medicina o en campos cuya principal y radical motivación son los beneficios económicos y el brillo social. Y los demás deberíamos ser capaces de hacer frente a estos grupos muy reducidos pero con gran poder que desdibujan la actitud heroica y ejemplarizante de la gran mayoría de médicos españoles. Y aquí sí que la pandemia nos sirve de prueba para mostrar que lejos de huir o desaparecer de la escena, mientras duró el peligro de muerte ante lo desconocido, decenas de profesionales sanitarios murieron o expusieron su vida para salvar las de sus enfermos. Hay historias de las que tardaremos tiempo en poder hablar para ser neutrales. En la pandemia muchos de nosotros vimos quienes merecían la roja insignia del valor y quienes, ciertamente una minoría, merecían un profundo desprecio.

¿Cuál es su opinión sobre la importancia de la prevención y el apoyo temprano en la salud mental de los profesionales de la salud?

Vuelvo a insistir que es un punto clave si queremos revertir esta situación tan crítica por la que atravesamos, especialmente algunos compañeros, pero en general, el gremio. Pero que estas medidas deben ir acompañadas de otras más básicas pero que expresen claramente qué es lo que se espera de los médicos en este país. Hay que desjudicializar la Sanidad al mismo ritmo que hay que despolitizarla y como la Justicia, las Fuerzas de Seguridad o la Educación, creo que la Sanidad, en la mayoría de procesos, especialmente en los más graves o complejos, debe ser de financiación pública directa. Pero no podemos presumir de un sistema sanitario brillante con profesionales malpagados y maltratados con contratos que causan sonrojo y rabia contemplar. Lógicamente, la potenciación de los correspondientes sistemas de información, evaluación e inspección debe ser pareja a estas demandas. Si una empresa paga bien a sus empleados seguro que detrás hay una serie de datos que confirman que esos empleados se merecen esos salarios porque han cumplido sus objetivos. No todo vale y sobre todo no todo vale igual. Hay sistemas sanitarios que han demostrado un estrepitoso fracaso pese a haber reinado durante décadas en nuestros centros sanitarios. Sin embargo, otros se han ido por el fregadero sin mayor argumento que el cambio de color político o la simple reducción de costes económicos. No nos engañemos. La Sanidad ha sido y es lo que ha querido que sea el Ministerio de Economía o las correspondientes consejerías.

Lemas como el de “gestión es igual a tensión” deben desaparecer del léxico de los dirigentes. El sistema sanitario público es de todos. No se puede amenazar a los profesionales con su salida del sistema público por mantener discrepancias con ellos siempre que estas sean expresadas de forma correcta y sin dejar de realizar las funciones pertinentes. Gestionar en sanidad puede convertirse con facilidad en una cuestión más gónadica que racional. Y hablamos de infravaloración de médicos que, la mayor parte de ocasiones, tienen más méritos y capacidades que quienes les dirigen. El mundo al revés solo funciona en el cine y en la mala literatura.

En su opinión, ¿cuáles son los desafíos de salud mental en el sistema sanitario, y cómo se pueden abordar de manera efectiva?

El abordaje de los trastornos mentales ha dejado de ser un tema tabú en lo superficial. La llamada “Salud Mental” ha pasado a ser una parte del sistema sanitario, luego, el escenario de crecimiento económico para muchas empresas y finalmente, uno de los temas estrella de la agenda política. Incluso el suicidio ha pasado a ser de noticia prohibida a titular sensacionalista sin más peaje que el interés crematístico o político.

Los psiquiatras y los psicólogos clínicos, los profesionales de esa sanidad mental, en general, debemos, en primer lugar tratar a quienes están ya enfermos y ayudar a recuperarse y rehabilitarse a los más afectados. Esto solo puede hacerse con el compromiso de las Administraciones en conjunto con las instituciones sanitarias y los Colegios de Médicos.

Tenemos herramientas y cada vez hay más compañeros especializados en tratar a compañeros. Pero hay que seguir avanzando. Los médicos, la profesión más valorada por todos los sistemas sociales, debemos mantener la cabeza fría para ejemplarizar con nuestra conducta. Y tal vez lo más duro sea asumir que en algún momento necesitamos ayuda psiquiátrica. Lo de que el médico es el peor paciente no es una frase hecha. Es una realidad. Perdemos la noción de peligro con bastante rapidez y somos bastante reacios a que nos examine un compañero psiquiatra. El estigma complica mucho la prevención primaria, pero tenemos que seguir invirtiendo en programas como el PAIME que deben estar bien dotados y ser cercanos a los centros de trabajo. Y si hay un paciente especialmente complejo es el propio psiquiatra, pero esto comentaré en la conferencia del jueves

¿Qué espera de la celebración del X Congreso PAIME?

Pues poner mi conocimiento y mi esfuerzo al servicio de nuestra profesión de una manera que nunca imaginé que llegaría a ver. Pero ahí están los hechos. Y también estamos muchos de nosotros, una inmensa mayoría, para ayudar a quien lo necesite. Tenemos que perder muchos miedos, muchos complejos. Si nuestra profesión tiene esta alta valoración social es porque quienes estuvieron antes que nosotros nos dejaron un legado muy importante que debemos mantener y mejorar. Y para ello hay que recuperar valores perdidos entre el frenesí de la posmodernidad, las ambiciones económicas y el absolutismo de la política en la vida social.

Solo puede ayudar a los demás quién demuestra que puede pedir ayuda para sí mismo, que se cuida, como indica a sus parroquianos.

Fuente: medicosypacientes.com

 


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