María Requena Meana, enfermera de Onco-Hematología, máster en cuidados paliativos y enferma de cáncer con tratamiento paliativo, expone su visión sobre la atención sanitaria al final de la vida y resalta que le resulta paradójico que la solución que ofrezcan para el dolor sea la muerte

Durante esta semana hemos estado escuchando mucho sobre eutanasia sí, eutanasia no. Esta carta no va dirigida a condenar nada, ni a criticar a ningún partido político. Me parece que el sufrimiento de los pacientes que piden la eutanasia es muy profundo y su petición muy respetable. Nunca juzgaré a nadie que esté pasando por una situación de gran dolor.

En esta carta quiero compartir mi experiencia como enfermera de onco-hematología y cuidados paliativos. Estoy convencida que independientemente del partido político al que se pertenezca, casi todo el mundo sabe que la vida es mejor que la muerte, y que cuando una persona que se encuentra en una situación de grave enfermedad pide la muerte, es porque todo lo demás ha fallado y por lo tanto es un fracaso, no de la persona que sufre, sino del sistema, que no ha sabido cuidarla como se merece en esa situación.


Tengo la gran suerte de haberme podido formar profundamente en los cuidados paliativos y de hacer las prácticas en el centro de cuidados paliativos Laguna. Los profesionales de este centro se formaron en el Hospice inglés Sto. Christopher Joseph, centro creado por Cicely Saunders, la fundadora de los cuidados paliativos modernos. Esta mujer revolucionó la manera de enfrentarse ante el dolor y la muerte. Pasando largas horas en contacto con los pacientes comprobó, que un paciente que se encuentra al final de su vida padece lo que ella llamaba un “dolor total”, porque no solo sufre el cuerpo con el dolor físico, sino que también está el dolor emocional, el dolor social y el dolor espiritual. Ante esta realidad, Cicely Saunders no optó por quitar el dolor eliminando a la persona que sufre, sino que formó a distintos profesionales para que cuidaran todas las dimensiones del sufrimiento.

Durante mi periodo de prácticas comprobé que esa manera de cuidar no era una utopía, cada lunes nos reuníamos el médico, la enfermera, el trabajador social, el psicólogo, la fisioterapeuta y el agente espiritual, y se estudiaban las necesidades y sufrimientos de cada paciente, para cuidarlos y paliarlos. Tuve la suerte de aprender a mirar de frente al sufrimiento y a la muerte. En esas habitaciones, todos los pacientes sabían que sus días estaban contados, había situaciones muy difíciles y dolorosas, pero curiosamente, al ser cuidados en todos sus sufrimientos, ninguno pedía la muerte. El ambiente que se vivía en esa planta era de paz de tranquilidad, y aunque pueda parecer extraño, se percibía una serena alegría.

Después del máster he tenido la suerte de ser enfermera de onco-hematología. Una enfermera completamente enamorada de mi profesión. Una profesión que se resume en a una palabra: cuidar. En estos 7 años he visto situaciones muy dolorosas, he acompañado a enfermos y familiares en sus últimos días y he podido aplicar todo lo que había aprendido en el máster de cuidados paliativos. He hablado con muchos enfermos y con sus familias, y esto, junto con el cariño y cuidado de todo el personal sanitario, que es espectacular, me ha permitido ver que muy pocos pacientes prefieren la muerte a la vida. Sí he conocido a familiares que decían: “¿por qué no poner una inyección y acabar ya con tanto dolor?” Ha sido el momento de explicarles que su familiar, con una buena sedación paliativa no tiene dolor, que ahora les parece muy largo, pero que en unos días su ser querido ya no estará con ellos y cuando cierren la caja, ya no podrán hacer nada por él. Por eso estos días, que se hacen eternos, son días de devolverles todo el cariño que su familiar les ha dado. Se les explica que todavía pueden hacer mucho por él, pueden estar a su lado, cogerle la mano, hablarle al oído (ya que este es el último sentido que se pierde) decirle todo lo que quieran, despedirse, agradecerle, llorar juntos, rezar con él. En esos días del final de la vida, si se hacen unos correctos cuidados paliativos, puede haber tanto amor, que mitigue y haga más llevadero el dolor. Cuando se explica esto a los familiares suelen responder bien y te dicen “es verdad, tienes razón”.  La experiencia que yo tengo es que todos lo han agradecido muchísimo. En algunos casos me los he encontrado por la calle al cabo de los años y me han dado las gracias, y me han dicho: “esos días que parecían tan largos, ahora con el tiempo, los veo como un tesoro, como un regalo”. Es verdad que se sufre, pero copio las palabras de una mujer que estaba perdiendo a su marido de 50 años, y fue atendido por una unidad de cuidados paliativos: “Puede parecer extraño, pero hay tanto amor que está resultando bonito”.

He dicho que he estado trabajando en la planta de onco-hematología durante 7 años. Desde hace dos años ya no puedo, un cáncer de mama metastásico en estadío IV me lo impide. Me he pasado al otro lado, al del dolor y la vulnerabilidad. Soy una persona con una enfermedad crónica, incurable y que por supuesto produce dolor. Cuando estos días escuchaba qué personas eran aptas para pedir la eutanasia y vi que yo era una de ellas, me produjo una profunda tristeza.

Qué sociedad tan débil tenemos que, ante el dolor, te propone eliminar la vida del que sufre y encima verlo como un éxito. Es paradójico que en pleno s. XXI, con tantos avances como internet que nos permiten descubrir tantas cosas y abrirnos a nuevos horizontes, la solución que nos ofrecen cuando llega el dolor sea la muerte. Esto es de una “cutrez” impresionante.

Por favor, no me ofertéis la muerte, cuando esté cansada por tantos tratamientos, no me ofertéis la muerte cuando el dolor aumente, no me ofertéis la muerte cuando un día me levante agotada y diga que no puedo más. Demostradme que no soy una carga y que deseáis tenerme. Por favor, ofertadme lo que afortunadamente yo he podido ver y hacer durante años: unos cuidados paliativos de calidad que me quiten el dolor y me acompañen hasta el final, pero no me pongáis una inyección que acabe con mi vida, y por favor no me digáis que eso es una muerte digna. Quiero haceros llegar unas palabras de Cicely Saunders “Importas por ser tú, importas hasta el último momento de tu vida y haremos todo lo que esté a nuestro alcance, no solo para que mueras en paz, sino para que vivas, hasta el día en el que mueras”

Permitidme terminar con una petición: ayudemos a que nadie, en el momento del dolor, elija la muerte por falta de sentido y de soporte. Hay mucho por hacer y por aliviar, y en esta hermosísima tarea todos y cada uno podemos poner nuestro granito de arena para que las personas mueran de manera natural. Esta opción no es un sueño, es una realidad. Ya que la eutanasia nunca será un fin natural, ni una muerte digna.

FUENTE: medicosypacientes.com