La tuberculosis es la infección más común en el mundo, que cada año afecta a 10 millones de personas y causa 1,5 millones de muertes por esta causa.
COVID-19 y tuberculosis (TB) son dos epidemias respiratorias muy relevantes. La actual coexistencia de la COVID-19 con la tuberculosis ha influido en una merma en la calidad y la continuidad de la atención a la tuberculosis durante el año 2020, así como menos inversión en investigación, y casos de coinfección de ambas enfermedades, que pueden ser graves y de mayor mortalidad, según ha advertido la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), con motivo del Día Mundial de la Tuberculosis, que se celebra el próximo 24 marzo, bajo el lema “El tiempo corre”.
Globalmente, hubo 10,0 millones de personas que enfermaron de tuberculosis en 2019 y se registraron 1,2 millones de muertes de tuberculosis entre las personas VIH negativas y 208.000 muertes entre personas VIH positivas. Entre los afectados de quince años o más, el 56% fueron hombres y el 32% mujeres y, por debajo de los quince años, hubo un 12% de niños con tuberculosis. Entre estos hubo un 8,2% de personas que además tenían VIH, según el Informe Global de Tuberculosis de la OMS, que recoge los últimos datos de la TB en el mundo, que datan de 2020.
Impacto de la pandemia en la tuberculosis
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia de COVID-19 y, desde entonces, se ha producido una menor inversión en investigación de la tuberculosis, dificultades para mantener la continuidad de la atención a la TB, así como en el manejo clínico de la coinfección de COVID-19 y TB, infradiagnóstico y retraso diagnóstico de la TB, al igual que ha ocurrido en otras enfermedades.
En referencia a la investigación, “los esfuerzos se han centrado en la lucha contra la COVID-19. Los recursos en investigación pueden disminuir en el caso de la tuberculosis, contra la que se ha de investigar en nuevos fármacos y vacunas. Hay varias vacunas en desarrollo en España, una de ellas en la Universidad de Zaragoza y la Ruti en Barcelona. El rápido desarrollo de la vacuna para el coronavirus ha sido un ejemplo de que el trabajo de la ciencia se efectúa con el apoyo de una fuerte inversión, que también es necesaria frente a la tuberculosis”, ha dicho el Dr. José María García, director del PlI (Programa de Investigación Integrado) de Tuberculosis de SEPAR.
En referencia a la atención a la TB, la irrupción de la COVID-19 ha supuesto una suspensión de la rutina de los servicios de atención sanitaria para la TB en muchos países. Un editorial publicado en Archivos de Bronconeumología, la revista científica de SEPAR ha concretado en qué ha consistido este impacto de la COVID-19 en la TB, a la luz de algunos estudios importantes y recientes al respecto. Después de los tres primeros meses de pandemia, se envió una encuesta a 165 países, de los cuales el 42% informó de interrupciones parciales en la detección y el tratamiento de los casos de TB.
Otro estudio internacional publicado en Journal Infectious Diseases, realizado por la Global Tuberculosis Network (GTN, por sus siglas en inglés), en 33 centros de 16 países de los cinco continentes, entre ellos España, detectó un decremento de los servicios sanitarios para la tuberculosis durante los primeros cuatro meses de la pandemia, en que muchos países declararon el confinamiento de la población, respecto a los primeros cuatro meses de 2019. En concreto, encontró que el 82% de los centros mostraron una reducción de los casos de TB asociados a las altas hospitalarias; el 84%, una disminución de los casos de TB activa recién diagnosticados; el 95%, una disminución de los casos de infección latente de tuberculosis (ILTB); y el 75% y el 81% de los centros, mostraron menos visitas ambulatorias de TB e ILTB.
Según este estudio, la interrupción y decremento en los servicios sanitarios a la TB se debieron a varios factores, como la reasignación de los recursos humanos que atendían a los pacientes con TB a la atención a la COVID-19; al temor de los pacientes a acudir a los servicios sanitarios para no contagiarse con el nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) o por las dificultades para acceder a los servicios médicos, aunque los desplazamientos por esta causa estaban permitidos.
Después de este confinamiento estricto durante tres meses y una recuperación prolongada de este, se estima que podría haber 6,3 millones de casos adicionales de TB entre 2020 y 2025 y 1,4 millones de muertes adicionales por TB durante este tiempo e implicaría una regresión de entre 5 y 8 años en la lucha contra la tuberculosis, según un documento de la OMS con consideraciones sobre el impacto de la COVID-19 en la atención a la TB.
El infradiagnóstico y el retraso diagnóstico de la TB, que se han producido durante la pandemia, también están detrás de este empeoramiento de los datos epidemiológicos en esta enfermedad, pues se estima que una reducción de la detección global de la TB en tres meses
puede conducir a un 13% en el incremento de muertes por TB, lo que significa regresar a las cifras de mortalidad que se registraron en 2015, según se informa en el editorial de Archivos de Bronconeumología.
Desde el punto de vista del manejo clínico, “la COVID-19 y la TB son enfermedades parecidas. Ambas pueden coexistir y pueden ser difíciles de diferenciar porque tienen síntomas comunes, como la tos, la fiebre y la disnea. La coexistencia de ambas enfermedades en una persona agrava la situación, pues hay estudios que demuestran que hay un aumento de la mortalidad cuando coexisten ambas enfermedades”, ha destacado el Dr. García.
La experiencia de COVID-19 y TB concomitantes es todavía muy limitada, hasta el punto de que el primer estudio de una cohorte de esta coinfección, impulsado por la Global Tuberculosis Network (GTN) y publicado en la prestigiosa revista European Respiratory Journal, se basa en una cohorte de solo 49 pacientes con COVID-19 y TB, de los cuales 42 (el 85,7%) tenían TB activa y 7 (14,3%) habían requerido un tratamiento de secuelas post-TB. Entre estos pacientes con secuelas post-TB, la mortalidad fue mayor, aunque no estadísticamente significativa, pues se necesitan estudios de muestras más amplias y para determinar cómo una enfermedad influye en la otra. Otro estudio de dos cohortes, incluyendo la anterior de 49 pacientes, y otra de 20 pacientes más hospitalizados con COVID-19 y TB, publicado en Pulmonology, demostró que la mayor mortalidad ocurre en pacientes de más edad y con más comorbilidades y que los migrantes no tienen tanta mortalidad debido a que suelen ser más jóvenes y tienen menos comorbilidades, señala que la TB no parece ser una causa de mayor mortalidad, pero remarca que en los casos de TB avanzada, es esperable que se produzca una mayor mortalidad en pacientes jóvenes.
FUENTE: medicosypacientes.com