Licenciado en Medicina por la Universidad de Sorbona de París, médico especialista en ginecología y colegiado del Colegio de Médicos de Bizkaia, el Dr. Ramón Monasterio desarrolló su carrera profesional entre París y Bilbao hasta que sus problemas de salud le llevaron a dejar su trabajo y embarcarse en el mundo de la cooperación “levantando” un hospital de la nada en Buyimayi (República Democrática del Congo) para dar asistencia pediátrica y de emergencia a la población de allí desatendida sanitariamente, desnutrida y en medio de una guerra. “Como médicos tenemos que aliviar el sufrimiento humano cuando ocurren injusticias”, asegura en esta entrevista.

Con motivo del Centenario del Colegio de Médicos de Bizkaia ha donado su colección de más de 400 figuras que representan el trabajo de los médicos a la corporación como agradecimiento a su labor durante tantos años.

-¿Cómo surgió la idea de iniciar esta colección?

En un viaje con mi hija a Praga vio una figura de médico que le recordó a mí. Y pensé en hacer una colección en honor a mi hija con figuras de médicos de distintos países a los que íbamos como Filipinas Italia, Holanda, Japón o EEUU.

-¿Qué significó para usted que el Colegio de Médicos de Bizkaia expusiera la colección?

Mucho. Me emocioné. Cuando lo doné pedí que pusieran el nombre de mi padre, también médico colegiado de aquí, y cuando vi lo bonita que había quedado y con su nombre en la placa se me saltaron las lágrimas. Casualidades de la vida que justo el mismo día que se presentó la celebración de los 100 años del Colegio de Médicos y mi exposición en la Asamblea de los presidentes de España fuera el mismo día que se colegió mi padre en 1943. Esta colección sirve para agradecer la labor de la corporación médica durante todos estos años.

-Una de las figuritas de su colección la adquirió El Congo en su etapa de cooperante ¿Qué recuerda de esta época?

Para mí los tres años más sensibles de mi vida profesional y quirúrgica. Soy ginecólogo por la Soborna de París. Cuando mi padre enfermó dejé mi trabajo y mis investigaciones en Francia y me instalé en una clínica ginecológica en Bilbao. Fui el primer médico en operar cáncer de trompas de Falopio en el País Vasco. Desgraciadamente enfermé y pasé por varias y complicadas operaciones de columna y corazón llevándome a la incapacidad laboral con 56 años. Fue cuando tuve la suerte de conocer a una monja del convento de Villasana de Mena, Burgos, hacia misiones humanitarias en El Congo. Le ofrecí todo mi instrumental médico que tenía en la consulta y decidí irme con ella allí.

-¿Cuál fue su labor allí?

Durante un mes estuvimos atiendo a la población más necesitada de Buyimayi (República Democrática del Congo) desatendida sanitariamente en mitad de una selva, con hambre  y en medio de conflicto. Es increíble como el mayor país promotor de diamantes, de Coltán y petróleo del mundo tenga a gente con tanta pobreza y sufrimiento.

Atendíamos partos, problemas de salud materno-infantil, quistes de ovarios y hacíamos ligaduras de trompas. Nos pasábamos 24 horas operando. Formé a dos médicos locales y el hospital se consolidó no solo en ginecología sino en Medicina de Urgencias.

Durante tres años fui yendo meses hasta que el tercer año el ejército belga me alertó que tenía que irme porque mi vida corría peligro.

El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ha dictado una sentencia que insta a adoptar todas las medidas necesarias para que un producto sanitario se ajuste a los requisitos derivados de la Directiva 93/42 relativa a este tipo de productos.

La sentencia se refiere en concreto al asunto sobre los implantes mamarios a base de silicona industrial de calidad inferior con el fin de que, en el caso de que existan indicios de que los implantes de prótesis mamarias puedan no ajustarse a los requisitos de calidad europeos, los organismos competentes adopten las medidas necesarias para su control.

El TJUE parte de una reclamación realizada por una ciudadana almenana, Elisabeth Schmitt, que en 2008 se hizo implantar en Alemania unas prótesis mamarias fabricadas en Francia. Debido a que las autoridades francesas constataron en 2010 que el fabricante francés había producido implantes mamarios a base de silicona industrial que no era conforme con las normas de calidad, la Sra. Schmitt se hizo retirar sus implantes. Entre tanto, el fabricante devino insolvente.

Una treintena de alumnos, entre ellos, cardiólogos, especialistas en Medicina Nuclear, físicos y técnicos radiólogos, pertenecientes a 18 países, la mayoría de América Latina y Caribe, participaron en la “Reunión sobre diagnóstico y estratificación del riesgo de enfermedad coronaria con técnicas de cardiología nuclear”, celebrada la pasada semana en la sede de la OMC, con el fin de ampliar conocimientos sobre esta disciplina.

Dicha actividad formativa fue promovida por la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) y el Consejo General de Colegios de Médicos a través de su Fundación para la Formación (FFOMC), y se enmarca dentro del acuerdo establecido en 2015 entre la OIEA y el CGCOM, bajo los auspicios del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, para el ámbito de las aplicaciones nucleares en Medicina Radiológica, Nuclear y Radioterápica.

En la clausura del curso participó el presidente de la OMC, Dr. Rodríguez Sendín, acompañado de Diana Paéz, jefe de Sección de Medicina Nuclear e Imágenes Diagnósticas de la División Salud Humana de la OIEA, además de Santiago Morán, miembro de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, del Ministerio de Asuntos Exteriores; y Ángel Soriano, coordinador del curso y jefe del Servicio de Medicina Nuclear del Hospital General Universitario de Ciudad Real.

En su intervención, el Dr. Rodríguez Sendín animó a los médicos "por su posición privilegiada" a exigir que el precio de los productos sanitarios "sea el justo, y que facilite poner los conocimientos y avances médicos y medicamentos a disposición de la gran mayoría de la población". No obstante, lamentó que quienes controlan los precios en dicho sector "son las leyes del mercado, que tiene su propia naturaleza mercantilista y de ganancia, además de comprar voluntades".

Se mostró convencido de que la profesión médica "no puede estar solo al servicio de los que más dinero tienen mientras se dificulta el acceso a los más necesitados". De ahí su defensa a ultranza de los servicios sanitarios públicos. Las reglas del juego para dar respuesta a las necesidades de salud de la mayoría de la gente "tienen que orientarse a la sanidad pública", según defendió. "El poder de la Medicina es -añadió- extraordinariamente grande y no puede caer en manos de cualquiera, sino que tiene que estar en manos de los médicos".

Cada año se diagnostican unos 2,4 millones de casos de epilepsia en el mundo y la Organización Mundial de la Salud (OMS) cifra en unos 50 millones el número de afectados, entre 4 y 10 casos por cada mil personas, según sus últimos registros publicados.  En España los datos oscilan entre los 400.000 y 700.000 casos “porque muchas veces no se dice debido a la estigmatización todavía existente” afirma Isabel Madrid, presidenta de la Asociación Nacional de Personas con Epilepsia (ANPE).

Isabel Madrid es madre de una niña de 12 años con epilepsia diagnosticada desde que tenía 3. Desde entonces ha hecho de su vida “una cruzada para que se hable de esta enfermedad, para que exista información no solo 3 días al año, sino los 365”. Es la principal impulsora de ANPE, una organización que nace con el objetivo de dar visibilidad a la epilepsia a nivel nacional, una patología a la que anualmente hay que sumar 20.000 nuevos casos en nuestro país, asociados al modo de vida actual, derivados del estrés o la ansiedad.

Se trata de una enfermedad crónica del sistema nervioso que se caracteriza por alteraciones leves del estado de conciencia, movimientos involuntarios, sensaciones, pensamientos o emociones anormales, perdidas de conciencia completa o convulsiones generalizadas y que puede afectar a cualquier persona, indistintamente del sexo, la edad o la raza.

En ocasiones, puede tener un diagnóstico difícil y que puede retrasarse en el tiempo dependiendo de la evolución de la enfermedad. Hasta el 25% de las crisis pasan inadvertidas a los pacientes y familiares y, se cree que hasta en el 20% de los pacientes con crisis incontroladas existen errores diagnósticos.

El retraso en el diagnóstico de la epilepsia puede alcanzar los 10 años, según apuntan desde la Sociedad Española de Neurología (SEN). La expresión de las crisis epilépticas varía entre alteraciones leves del estado de conciencia, movimientos involuntarios, sensaciones, pensamientos o emociones anormales hasta perdidas de conciencia completa y convulsiones generalizadas.

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