El primer taller del IV Congreso de Deontología Médica, que se celebra en el Colegio de Médicos de Málaga, abordó la atención médica al final de la vida y puso de manifiesto que se trata de un proceso que es un derecho del paciente y una obligación deontológica del médico. Los expertos explicaron que es un deber ético abordar con decisión la sedación en la agonía, incluso cuando de ese tratamiento se pudiera derivar, como efecto secundario, una anticipación de la muerte.

En la mesa, organizada por la Comisión Andaluza de Deontología Médica, estuvo moderada por el Dr. Joaquín Fernández-Crehuet, presidente del Comité Organizador, intervinieron el Dr. Jacinto Bátiz, miembro de la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial (OMC), José María Domínguez,  especialista en Medicina Intensiva y experto Bioética y Ética Asistencial del Hospital Universitario Virgen del Rocío y Dr. Rafael Gómez, responsable asistencial Fundación CUDECA.

El Dr. Joaquín Fernández-Crehuet comentó que entre los cuatro fines de la Medicina propuestos por el Hastings Center, tres se refieren a situaciones directa o indirectamente relacionadas con el proceso de morir como el alivio del dolor y el sufrimiento, la atención y curación de los enfermos curables y el cuidado de los incurables, y la evitación de la muerte prematura y la búsqueda de una muerte tranquila.

En este contexto, los cuidados paliativos son fundamentales para ofrecer una atención integral a los pacientes cuya enfermedad no responde a tratamiento curativo y donde es primordial el control de síntomas, especialmente del dolor, sin olvidar los aspectos psicológicos, sociales y espirituales. 

El Dr. Jacinto Bátiz, miembro de la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial (OMC), explicó que los conflictos éticos pueden ser diversos porque los cuidados paliativos tienen que ver con la vida, la muerte, el sufrimiento, la fragilidad y la vulnerabilidad de los enfermos

El conflicto es un síntoma que muestra a los clínicos la necesidad de trabajar con valores con la misma capacidad y habilidad profesional con las que se desenvuelven en el trabajo clínico. Así, el Dr. Bátiz destacó que los facultativos “no podemos ser indiferentes ante el dolor de los demás y hemos de comprender que para ayudar a los enfermos no es suficiente la buena voluntad o la inclinación caritativa, sino que es indispensable instruirse, informarse e ilustrarse para ser realmente útil y eficazmente competente”. Por este motivo, indicó que “no debemos permitir que alguien sufra dolor por ignorancia de cómo hacerlo, por temor a aliviarlo con la posología suficiente o por creencias erróneas”.

De este modo, recalcó que el enfermo tiene derecho a ser aliviado de su dolor y los pacientes en fase terminal pueden ser vulnerados cuando se les somete a encarnizamiento terapéutico manteniéndoles con vida artificialmente y en condiciones que degradan notablemente la dignidad de la persona. En este punto, lamentó que “son muchos los enfermos en fase terminal que todavía mueren con el suero puesto y esperando una analítica, o entubados en un servicio de urgencias”.

Respecto a la eutanasia, resaltó que “es una tentación como solución precipitada, que se da cuando un paciente solicita ayuda para morir y se encuentra con la angustia de un médico que quiere terminar con el sufrimiento del enfermo porque lo considera intolerable y cree que no tiene nada más que ofrecerle”. Además, comentó que “el fracaso se produce cuando nos planteamos quitar la vida a un enfermo porque no sabemos cómo mejorarle sus síntomas ni cómo modificar las circunstancias personales en las que está viviendo”.

El Dr. Batiz detalló que la sedación paliativa se ha de considerar actualmente como un tratamiento adecuado para aquellos enfermos que son presa de sufrimientos intolerables y no han respondido a los tratamientos adecuados. Así, cuando la sedación está indicada y existe consentimiento, el médico tiene la obligación de aplicarla. Por tanto, si un médico se negara a realizarla, el paciente o en su defecto, la familia, la podría exigir como un derecho, que se corresponde con el deber profesional del médico.

Cuando existe una adecuada indicación para la sedación, “la objeción de conciencia no tiene cabida, como tampoco sería posible objetar ante cualquier otro tratamiento correctamente indicado”, aseguró. Una correcta asistencia implica que se recurra a la sedación sólo cuando esté adecuadamente indicada y tras haber fracasado todos los tratamientos disponibles para el alivio de los síntomas.

Por su parte, José María Domínguez, especialista en Medicina Intensiva y experto Bioética y Ética Asistencial del Hospital Universitario Virgen del Rocío, subrayó que cuando se publicó el informe del Hastings Center sobre los fines de la medicina, entre los objetivos de esta se encontraban no solamente luchar contra las enfermedades sino también, cuando llega el momento de la muerte, aliviar el sufrimiento y conseguir que los pacientes mueran en paz.

Por tanto, los deberes y obligaciones del médico están dirigidos no solamente a prevenir, diagnosticar y tratar enfermedades, sino también a prestar atención médica a pacientes en la fase final de sus vidas y emprender acciones dirigidas a aliviar su dolor y síntomas terminales.

El Dr. Domínguez, comentó que el Código de Deontología en su artículo 36, señala que: “El médico tiene el deber de intentar la curación o mejoría del paciente siempre que sea posible. Cuando ya no lo sea, permanece la obligación de aplicar las medidas adecuadas para conseguir su bienestar, aun cuando de ello pudiera derivarse un acortamiento de la vida”.

Por tanto, la atención médica al final de la vida se considera buena práctica clínica que incluye, pero no se limita, a los cuidados paliativos. No obstante, “es importante realizar una homogenización de conceptos de situaciones y actuaciones relacionadas con el final de la vida, ya que no es infrecuente que esta terminología no sea frecuentemente interpretada de modo unívoco ni por los profesionales sanitarios, ni por los pacientes”.

Por último, el Dr. Rafael Gómez, responsable asistencial Fundación CUDECA, expuso que “decir cuidados paliativos no equivale a atención domiciliaria, la organización de los cuidados paliativos es variada y se desarrolla mediante varios modelos, la presencia más o menos poderosa de uno u otro tipo de servicio está ligada más bien a circunstancias de oportunidad de desarrollo de cada lugar, más que a una planificación organizada de los mismos”.

Sobre la atención en el ámbito domiciliario incidió en que “requiere que prestemos especial atención a varios determinantes, que afectan no tanto a la dimensión técnica de nuestro trabajo, sino a la dimensión ética y moral de nuestra actuación. El hogar es un lugar dominado por la intimidad del paciente, la cual se nos muestra de forma mucho más clara, de forma más directa, una intimidad que es intrínseca al mismo concepto de hogar”. 

“En el hogar no nos encontramos ante el mismo paradigma asistencial de los centros sanitarios, la vida de las personas se muestra en su casa con menos barreras, más espontanea. Una intimidad que está cargada de toda una dimensión trascendente que requiere que la tengamos en cuenta para no violentarla con nuestra actuación, un espacio personal que se nos abre de forma privilegiada y que exige de nuestra parte un máximo respeto a la confidencialidad de nuestra actuación, porque estamos en su casa”, concluyó.

Fuente: medicosypacientes.com